En Cuba no caerán las estatuas de Fidel Castro porque no las hay, pero sí se desvanecen las consignas, las promesas y los mitos de la llamada «revolución». La salud pública y la asistencia social, piedras angulares del marketing político del castrismo, se desmoronan desde hace mucho.
Es falso presentar la isla como una «potencia médica». Y el latiguillo oficial de que «nadie será desamparado» duele de solo repetirlo. ¿Que «se ayuda (por normativa legal) a las madres con más de tres hijos»? Hay muchos testimonios que lo desmienten.
«Frente a la retirada progresiva del Estado cubano, concretamente en el ámbito social, la ciudadanía comenzó (por ejemplo, tras eventos naturales como el tornado de La Habana en 2019), a prestar ayuda, e ir solidariamente a brindar apoyo y servicios a las personas más necesitadas», dijo a El Estornudo Elaine Acosta González, socióloga e investigadora asociada al Cuban Research Institute, de la Universidad Internacional de Florida (FIU, por sus siglas en inglés).
Acosta, doctora en Estudios Internacionales e Interculturales por la Universidad de Deusto (España), y quien dirige el Observatorio de Envejecimiento, Cuidados y Derechos Cuido60, apunta que «la retirada del Estado en la protección social, también ha tenido un impacto en la precarización de las condiciones de vida y el aumento de la pobreza. La sociedad civil identificó la necesidad de asistir, y lo hace en muy difíciles condiciones porque ese servicio no tiene las condiciones y el marco legal para operar».
Según la especialista, «aun así la sociedad civil presta servicios de muy distinta naturaleza. En algunos casos de manera más organizada, en otros de forma más independiente, algunos casi a título personal, y no solo se ha agenciado internamente, sino que también de manera transnacional».
Abandono estatal vs. sociedad civil
Amanda llegó con una enfermedad hepática grave al Hospital Universitario La Paz de Madrid en marzo de 2024. La niña cubana, de dos años en ese momento, recibió un trasplante de hígado, y tras varias cirugías posteriores, se recuperó.
Activistas y cubanos exiliados se movilizaron para lograr una visa humanitaria y fondos para Amanda y sus padres. Milagros (Mila) Ortiz y Emmanuel Lemus denunciaron en redes sociales la imposibilidad de que su hija se salvara en la isla por la falta de recursos en el sistema de salud y la ineficiencia gubernamental.
«Mila y Enmanuel [donante del hígado] viven ahora con la tranquilidad y la felicidad de ver crecer a su hija lo más saludable posible (…) Amanda fue la niña que le devolvió la esperanza a muchísimos cubanos. La solidaridad y el apoyo que recibió esta familia fue emocionante», publicó en redes sociales Yamilka Lafita (conocida como Lara Crofs).
En conversación con El Estornudo, Lafita, una de las personas que impulsó la campaña de recaudación GoFundMe para la niña, expresó que «la sociedad civil cubana todavía no se ha dado cuenta del poder que tiene cuando está unida». La historiadora de arte y activista, residente en La Habana, denunció que «el Estado cubano no cubre las necesidades mínimas de las personas más vulnerables».
Lafita, junto a la activista Idelisa Diasniurka Salcedo Verdecia —exiliada en Estados Unidos tras años de persecución—, y cubanos en diferentes países, también activaron una recaudación de fondos y lograron una visa humanitaria para Geobel Damir Ortiz Ramírez, un niño de diez años que llegó el pasado marzo al Hospital Nicklaus Children’s de Miami.
En la isla, la madre de Damir, Eliannis Ramírez, criticó la falta de medicinas e insumos médicos, las precarias condiciones del sistema de salud, y las constantes represalias que recibió por hacer denuncias públicas. Según su testimonio, los médicos cubanos actuaron con «negligencia al no realizar pruebas diagnósticas adecuadas».
A Eliannis la escucharon cientos de cubanos y decidieron apoyarla. Además de la visa humanitaria, se logró reunir el dinero para los gastos de la atención médica en Estados Unidos y una ambulancia aérea que trasladó al niño desde Cuba al Condado Miami Dade.
A Damir se le diagnosticó un linfoma de Burkitt en el Instituto de Hematología de La Habana. Al llegar al Nicklaus Children’s Hospital, se comprobó que el niño no tenía esta enfermedad, sino una neurofibromatosis tipo 1 (NF1). Además, los especialistas en Miami determinaron que el niño padecía infecciones bacterianas que no habían sido identificadas ni tratadas.
Damir falleció el 5 de abril de 2025 por una sepsis severa provocada por una bacteria resistente que contrajo en Cuba. Con su caso, cubanos desde diferentes partes del mundo volvieron a coincidir en una causa: intentar sostener a esa madre que hizo todo lo posible por salvar a su hijo, y dar el último adiós al niño.
Eliannis, Lafita, Diasniurka, los padres de Amanda, todos han sido amenazados y acosados por la policía política cubana, criticados por voceros oficialistas o rechazados por funcionarios de Salud… Es la maquinaria de un régimen que intenta, a toda costa, mantener la leyenda insostenible de que es un «Estado salvador».
De la tragedia a la represión
El 6 mayo de 2022 ocurrió una explosión en el Hotel Saratoga en La Habana, que ocasionó la muerte de, al menos, 46 personas y más de un centenar de heridos.
Una vez más la sociedad civil se articuló para enviar medicinas y otras ayudas a las familias. Ha sido así, tras cada desgracia que ocurre, o los huracanes que pasan y destrozan un poco más a un país que flota en el Caribe y apenas sobrevive.
«Eso genera un conflicto permanente con el carácter autoritario del Estado cubano (fortalecido en términos de control político, persecución y represión), porque en el caso sobre todo social, la ciudadanía le disputa un terreno que había sido patrimonio exclusivo del Estado; y además muestra el quiebre, tanto en lo interno como internacionalmente, de una de las llamadas grandes “conquistas” de la Revolución cubana», dijo la socióloga Elaine Acosta.
La activista Lara Crofs cree que cada ayuda hecha al margen de las instituciones —y en ocasiones a pesar de ellas— «es a su vez una denuncia, el grito de auxilio de una población que se siente desamparada por quienes tienen la obligación y la responsabilidad de hacerlo».
Mientras los voceros del PCC aseguran que el Estado cubano garantiza todas las necesidades fundamentales de la población, la mayoría de las personas apenas tienen alimentos, y a quienes intentan ayudar los persiguen y pueden terminar en la cárcel.
Entre 1 y 2 de abril un centenar de personas fueron retenidas por las autoridades en la provincia de Santiago de Cuba, para obstaculizar la asistencia humanitaria que ofrece la opositora Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), que distribuye alimentos y medicamentos.
La sede la organización tiene vigilancia permanente desde su reactivación, según el líder de la UNPACU, José Daniel Ferrer, quien ha permanecido más de diez años en prisión en distintos momentos, y fue excarcelado recientemente.
Ferrer afirma que a su domicilio y sede de la Unpacu llegan diariamente cientos de personas en busca de apoyo. Muchos de ellos son ancianos, uno de los grupos más vulnerables en la agudización de la crisis cubana.
Dos de cada diez cubanos (21.9 por ciento de la población) tiene al menos 60 años; una estadística que convierte al país en el más envejecido de América Latina y el Caribe.
Casi la mitad de los pensionados y jubilados (un millón 821 mil, según datos oficiales) vive en la pobreza o en la más extrema dependencia familiar, de acuerdo con expertos. La pensión media en Cuba es de mil 900 pesos —equivalente a 5.25 dólares en el mercado informal.
Además, en los últimos tres años el país ha tenido un vaciamiento demográfico de casi dos millones de personas.
«No creemos que estamos oxigenando al régimen»
Hay un grupo de WhatsApp con 49 personas que viven en diferentes países. Son cubanos que se han unido para ayudar con la alimentación de entre 15 y 20 ancianos y otras personas en extrema vulnerabilidad que residen en la ciudad de Matanzas.
Se les cocina unas cuatro veces por semana en la sede de la Iglesia Metropolitana de esa ciudad. Jóvenes de la comunidad les llevan la comida hasta sus casas a los que no pueden ir a la Iglesia porque están muy mayores y enfermos.
«Un almuerzo caliente con muchísima dignidad y amor», se lee en el grupo cuando se comparten las imágenes que prueban en qué se utilizan los aportes. Enseguida se desata una ráfaga de mensajes de agradecimiento.
«Es una experiencia muy gratificante, aunque también dolorosa», dijo a El Estornudo la escritora y profesora universitaria Mabel Cuesta. Durante años, ella ha recaudado medicinas, alimentos y otras ayudas. Actualmente impulsa la iniciativa Matanzas Siempre Me Cura, inspirada en un verso de Carilda Oliver.
Desde Estados Unidos, Cuesta recoge los fondos, los distribuye por meses, compra y envía los alimentos. Al preguntarle si ha sentido indiferencia cuando ha lanzado algún SOS por distintos motivos, respondió: «No, pero sí hemos recibido algunas críticas en términos tales como: “esas ayudas oxigenan al régimen”, lo que hacen no es más que “acomodar el statu quo del gobierno de Cuba, que entonces no tiene que preocuparse por conseguir ciertas medicinas o cierta alimentación”, porque el trabajo lo estamos haciendo nosotros. Eso no es verdad».
«Cuando mandamos para Cuba una tonelada o dos de insumos médicos, medicinas y alimentos, que es lo que más hemos conseguido enviar de una vez, tiene un impacto importante en ciertas comunidades, pero es un impacto siempre perecible. Aquí no estamos hablando de equipos médicos, o de objetos que puedan tener una mayor vida en el tiempo. No creemos que estamos oxigenando al régimen, sí creemos que estamos intentando salvar algunas vidas», dice Mabel.
Su iniciativa ciudadana ha podido concretarse en Estados Unidos, con grupos de amigos desde Miami, Houston, Nueva York, y también hay otros en España (Madrid, Barcelona…). Además, para colaborar se han organizado personas en Canadá, México, Argentina… Son cubanos y personas de otras nacionalidades que «están atentas a lo que está sucediendo en Cuba, tienen empatía y tratan de dar la mano».
De alguna manera, Mabel Cuesta recuerda aquel momento de La lista de Schindler, cuando el protagonista «llora y se pregunta “por qué no pudo salvar a más personas” y alguien le responde que “una persona es el 100 por ciento de un universo para toda su familia”».
«Esa ha sido un poco la poética, la práctica que hemos seguido: no podemos salvar a todos los cubanos de las condiciones realmente miserables e infrahumanas en las que viven, pero sí podemos ayudar a aligerar a un buen grupo de ellos. Otra nota interesante es que esa ayuda ha sido no solo transnacional, sino también transgeneracional. Colaboran exiliados de la primera ola después de la revolución de los sesenta, personas establecidas o sus hijos, pero también recién llegados a distintos países», contó.
La generosidad
El miércoles 16 de abril de 2025, Yamilka Lafita denunció que dos autos policiales la vigilaban fuera de su casa, como otras muchas veces. Las amenazas a su familia y personas cercanas continuaron, lo mismo en redes sociales que en las aproximaciones de los agentes del Estado. ¿De dónde sacas fuerza para seguir tu activismo?, le pregunté.
«Es mi fe en que Cuba puede ser un país mejor, con igualdad de derechos, mejores servicios públicos y calidad de vida. Lo que me alienta e incentiva, y trato de fomentar estando en Cuba, es que cuando tienes la posibilidad de ser una voz, estás en la obligación de multiplicar ese grito social que intentan callar. Nos reprimen por solo querer una Cuba donde todos podamos coexistir y tener una sociedad con derechos».
Para Mabel Cuesta, «cuando los Estados nos abandonan, lo único que nos queda es el vecino, es el amigo, es la persona aquella que incluso puede no conocerte pero entiende la importancia de esa mano tendida. Como diría Tennessee Williams en Un tranvía llamado deseo “debemos siempre confiar en la generosidad de los desconocidos”».
«Si tenemos la posibilidad de dar comida o medicamentos, de acompañar a otra persona abandonada por el Estado, pues yo creo que se trata de una respuesta humana, algo que supera todas las cosas, también cualquier signo político. Para mí es una verdad como un templo. No pretendo que nadie la comparta, pero yo entiendo en esos términos la solidaridad, la empatía y la humanidad», concluyó Cuesta.
La socióloga Elaine Acosta agrega que «en el futuro democrático que aspiramos para nuestro país es relevante la multiplicidad de actores en los servicios sociales, porque está claro que el Estado no puede abarcar todos los aspectos de la sociedad, y menos en el caso de un Estado debilitado en términos presupuestarios y también de enfoque de la política, como el cubano».
En los últimos años, gracias a las redes sociales y la prensa independiente se han conocido de iniciativas para gestionar ayudas a disímiles cubanos: un anciano de 75 años y su bisnieto, un niño de seis años que padece leucemia y está a su cuidado en la provincia de Pinar del Río; familias que han perdido todo tras un derrumbe o un incendio; la compra de viviendas para madres que no tenían donde residir; recursos para los presos políticos y sus familias que padecen las precarias condiciones en las cárceles, donde son peores las condiciones de vida.
Las ayudas muchas veces apenas logran cubrir las necesidades mínimas ante la ausencia de un Estado que, lejos de asistir, es un obstáculo para quienes quieren hacerlo de manera independiente. Mientras, la élite en el poder sigue ofreciendo discursos vacíos antes que soluciones a la crisis.