Bebedor de absenta. Grafitero del Word. Nada encuentra más exquisito que los manjares de la carestía: los caramelos de la bodega, los espaguetis recalentados, la pizza de cinco pesos. Leyó un Hamlet apócrifo más impactante que el original de Shakeaspeare, con frases como esta, que repite como un mantra: «la hora de la sangre ha de llegar, o yo no valgo nada». Cree solo en dos cosas: la audacia de los primeros bates y la soledad del center field.
El pasado jueves 18 de abril, el rapero Maykel Osorbo, preso político en la cárcel de máxima seguridad de Kilo 5 y Medio, Pinar del Río, y condenado a nueve años de privación de libertad, casi pierde de una mordida la hélice de la oreja izquierda luego de que cuatro reos comunes lo agredieran en complicidad con las autoridades de la penitenciaría y la Seguridad del Estado cubano.
Es la dirección correcta del juego, el ajedrez fue completamente ruso desde la Segunda Guerra Mundial hasta las caídas de las Torres Gemelas, y Harmon maneja únicamente el auto de su obsesión, de ahí que termine en un parque moscovita, sonriente y plena, rodeada de ancianos aficionados, jugadores comunes que la agasajan y la invitan a una partida de ocasión.
«¿La gente sigue siendo la misma? No, pero yo creo que sí. Cuando yo escucho la voz de mis amigos, creo que son los mismos seres con la misma colectividad y la misma positividad, más allá del sufrimiento y de la distancia».
Las cámaras, las entrevistas y los reflectores asustan a Ding. Encuentra extraños, o inexplicables, los elogios, las celebraciones y la atención. Cualquier exceso, y hay pocas cosas que no le parezcan tal, lo hace retroceder, pero su delicadeza, al cabo, lo vuelve accesible.
Ella murió hace justo cinco años y nunca salió de Matanzas. Yo fui al cementerio del pueblo de Colón un mediodía muy caluroso y entregué sus cenizas al amparo de un panteón municipal. Desde entonces no ha dejado de morir, lo que quiere decir que desde entonces no ha dejado de asombrarme que murió.
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.