López no provino de los bosques siberianos ni de una fría granja de Wyoming. Pertenece a un lugar más sorprendente aún, donde todavía no hay asfalto en muchas calles de su pueblo, donde la pobreza arrecia cada día. En Herradura, Pinar del Río, se construyó así mismo con fiereza, un muchacho que al nacer pesó casi 11 libras. Una suerte de elegido que luchó contra el tiempo y la búsqueda de una promesa sustituta.
A los cinco años, Lino era capaz de levantar mucho peso, más que cualquier otro niño de su edad, y a los siete, dice, contaba con la fuerza suficiente para arrancar con sus manos una ventana o quebrar una mesa de madera con los puños. Por entonces dejó de golpearse el cuerpo con un palo de escoba para hacerlo con un martillo, y probar así sus límites.
Si le preguntas a Feal cuáles son los temas de su trabajo, te dice que la noche, la fiesta, y sigue: «Siento que pertenezco a una tradición de cine documental de los sesenta, de esa fotografía avant-garde». Suma estos temas: «Mi generación de artistas, La Habana, la resistencia cultural, lo friki, lo alternativo, ciertos espacios de libertad en Cuba...».
Su cuerpo, milimétricamente tonificado, gira a la derecha, se contonea hacia la izquierda. Muestra al público su cintura de 62 centímetros. Aún no lleva la corona, pero no faltará mucho para que el jurado de la Federación Unida de Fisicoculturismo Cubano (FUFC) anuncie que Karla es la campeona en la categoría Bikini Wellness, la primera mujer de la provincia de Pinar del Río en competir y llevarse el título.
El viernes 26 de abril, la Seguridad del Estado cubano arrestó al reportero independiente José Luis Tan Estrada, quien se trasladaba de Camagüey a La Habana. Tras unas seis horas desaparecido, pudo avisar telefónicamente que se encontraba en el centro de detención más conocido del país. Nada más se ha sabido desde entonces.
Pedro Albert Sánchez es abiertamente «cristiano». Algo de mártir tiene. Y también de profeta. Cada una de sus acciones, consideradas «exitosas» solo en un plano simbólico, tributa al orgullo de haberse mantenido fiel a sus ideas. El profe condensa en sí mismo todo el imaginario cristiano. El sacrificio es su satisfacción.
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.
Dijo en el debate televisivo, luego de una encerrona propia de una sitcom, que el Estado de Israel tiene derecho a existir en igualdad de derechos, pero lo han llamado antisemita solo por no hablar como un vulgar sionista y no comportarse en el debate como si estuviese corriendo para alcalde de Tel Aviv.