El gobierno cubano admite que han sido insuficientes las medidas adoptadas para salir de la crisis económica. Hasta ahora no hay resultados significativos, afirmó el primer ministro Manuel Marrero Cruz en el IX Pleno del Comité Central del PCC.
¿Las pocas medidas aperturistas de la Administración Biden podrían revertirse con el retorno republicano a la Casa Blanca y de la política de «máxima presión» contra Cuba?
Es casi unánime la opinión de que el colapso eléctrico ocurrido en Cuba a partir del 17 de octubre —que paralizó al país en toda su extensión y sumió en las tinieblas a una población ya extenuada por innumerables penurias— sería un síntoma extremo de la crisis multidimensional, endémica que enfrenta la isla desde hace más de 30 años.
Las autoridades señalan tres causas fundamentales para la grave situación del abasto de agua en Cuba: problemas con los equipos de bombeo, déficit de energía eléctrica y roturas en las conductoras.
¿Cómo llegamos a este punto? ¿Vivimos los resultados de una (relativa) hecatombe económica y demográfica súbita o se trata de un cúmulo de crisis nunca aplacadas que, finalmente, han eclosionado? El investigador cubano Juan Carlos Albizu-Campos nos responde en esta entrevista.
La debacle económica que afectó a Cuba a inicios de los noventa, tras la caída del Campo Socialista, fue bautizada por la neolengua castrista como «Período Especial en Tiempo de Paz». Más de 30 años después, en medio de la actual crisis, el régimen cubano vuelve a hacer uso de su viejo arsenal retórico y aclara que esta vez se trata de una «economía de guerra».
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.