Este 10 de septiembre presenciaremos el primer, y único pactado hasta ahora, debate entre Kamala Harris y Donald Trump, aspirantes a la presidencia de Estados Unidos. Ambos llegan a este punto básicamente empatados en las encuestas, con Harris disfrutando acaso una pequeña ventaja...
A Bill Clinton le gustaba de decir que «los demócratas se enamoran, los republicanos cierran filas» (Democrats fall in love, Republicans fall in line). Este adagio ha sido una víctima más del paso del ex-presidente y candidato republicano Donald Trump por la política de Estados Unidos.
Si Kamala Harris opta por ofrecer soluciones tecnocráticas como Hillary Clinton, dará la impresión de ser otra elitista recetándole al pueblo lo que debería hacer. Si, por el contrario, toma una página del populismo optimista de Obama y demuestra que puede escuchar y responder a los problemas con una visión unificadora, podrá replicar una coalición de minorías y moderados y será, en enero de 2025, la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.
La hipocresía inherente en las protestas sobre la comparación hiperbólica entre Trump y Castro suena hueca cuando viene de los mismos sujetos que constantemente asemejan a sus oponentes políticos con los regímenes de Cuba o Venezuela.
Me interesa el woke como un nuevo tipo humano, quizás el último vástago de la modernidad y el primer espécimen de la era que se avecina. El woke no es moderno porque para ellos el tiempo de la revolución y del futuro se ha acabado.
Un número indeterminado de cubanos sigue cruzando irregularmente, junto a migrantes de otras nacionalidades, la frontera suroeste de Estados Unidos a dos semanas de una orden presidencial que niega a los interceptados la posibilidad de solicitar asilo.
«Podía ver a los sujetos debajo de mí, y sin duda era una pareja perfecta para ser los primeros en actuar en el escenario que había sido creado especialmente para ellos, y para otros que los seguirían, y yo sería su público».