Para llegar hasta Dubái, un cubano solo necesita tener un pasaporte con una vigencia de más de seis meses, una visa que se tramita de manera digital, sin tener que hacer cita o ir a una entrevista en un consulado, y dinero en el orden de los dos mil a tres mil dólares...
El 25 de julio de 2024, durante mi penúltima noche en Cuba, cuando disfrutaba en Matanzas de la pieza teatral «El Baracutey», del grupo El Portazo, recibí un mensaje de texto. Anunciaba lo que mi cabeza había anticipado hacía años. Mi padre biológico, finalmente, había muerto.
Un pequeño grupo de seis migrantes cubanos avanza por una carretera desconocida, bajo el cielo ardiente de una mañana de enero de 2023. No ubican a nadie más y no saben cuánto tiempo falta para llegar a su destino...
La Ley propone que los cubanos que permanezcan fuera de Cuba por más de 24 meses y los residentes en el exterior puedan heredar y mantener propiedades en la isla.
Un número indeterminado de cubanos sigue cruzando irregularmente, junto a migrantes de otras nacionalidades, la frontera suroeste de Estados Unidos a dos semanas de una orden presidencial que niega a los interceptados la posibilidad de solicitar asilo.
Le parece que ha perdido lo único que era realmente suyo y que no pudo meter en la mochila con que subió al avión. Algo intangible. Inexplicable. Algo que no puede compartir con los de acá, que esperan agradecimiento, ni con los de allá, que la envidian tanto.
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.