Prosigue esta relación no exhaustiva en que se presenta una veintena de opositores o activistas por la libertad de Cuba que partieron definitivamente durante el año pasado, buena parte de ellos (ex)presos políticos del régimen de La Habana.
«La tendencia a cazar “represores” en la actual campaña política “chivatea a tu chivato” remite más a una cacería de brujas de siglo XV europeo que a cualquier intento genuino de hacer justicia. Justicia no es venganza, e incitar a una cacería como quien localiza un Pokemon no tiene una finalidad de reparación como alegan quienes lo promueven».
La nación Potemkin que el régimen aspira a mantener está llena de fisuras por las que escapan las historias de un país que se cae a pedazos, y esta oleada represiva contra la prensa independiente es un esfuerzo desesperado por sellarlas.
Sospechas que ha llegado la primera hora del castigo para los agentes del régimen; que al fin le toca al exilio cubano saborear el plato frío de su revancha, una tan dulce como inesperada.
Solo en el mes de agosto en la isla fueron registradas 691 protestas y denuncias públicas, que representan un incremento del 38.64 por ciento con respecto a las 424 documentadas en agosto de 2023, según el último informe del Observatorio Cubano de Conflictos (OCC).
El activismo contra las violaciones de derechos humanos en Cuba implica un desgaste constante para la salud mental de las madres y esposas de los presos políticos. Desde la sociedad civil cubana, diversas iniciativas intentan ser un sostén económico y psicológico.
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.