Quiso el destino manifiesto —o el manifiesto comunista— que Mercader cerrara el círculo de su vida en la isla de donde salió su extremista progenitora: Cuba. Allí vivió sus últimos días en el anonimato, añorando Barcelona y condenado al “olvido amigo” del que ahora vuelve a ser, una vez más, rescatado.
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.