Días de madre 

    Por diversas razones, muchas madres cubanas no celebraron plenamente este segundo domingo de mayo. Ha sido también una fecha de carencias, soledades, dolor e injusticia.

    Yamila[1] despertó este domingo con un mensaje de voz enviado desde Texas, Estados Unidos. Desde hace seis años espera ansiosa, en esta fecha, la felicitación de sus dos hijos por el Día de las Madres. Pero esta vez los escucha desde la Ciudad de México, donde está varada hace seis meses tras la cancelación de los programas de parole humanitario y CBP One. 

    «Estar lejos de ellos me ha marcado, tanto hoy como cualquier otro día de mi vida, pero ahora que soy una emigrante, intentando llegar a donde están ellos, siento mucha más nostalgia y tristeza, porque también estoy lejos de mi propia madre», dice a El Estornudo, luego de oír el audio en que sus hijos le piden que siga siendo fuerte, que resista, que ya están «mucho más cerca». 

    A sus 53 años, el primer Día de las Madres lejos de su Pinar del Río natal resultó muy similar a los que pasó últimamente en Cuba. «Siento mucha nostalgia», insiste, y recuerda cómo era antes. «Este día hacíamos una comida diferente; mis hijos me daban un regalito, y yo visitaba a mi mamá. Era especial. Pero en los últimos años todo se fue deteriorando». Ahora está convencida de que por sus hijos tiene que continuar siendo «una guerrera».

    «Las madres cubanas somos muy valiosas y luchadoras. En muchas ocasiones hemos sido padres. Sé que significamos mucho y hemos luchado, día tras día, por dar lo mejor en circunstancias muy difíciles», dice mientras prepara la comida para ella y su esposo en un pequeño apartamento rentado en la colonia Escuadrón 201, en la delegación Iztapalapa, donde aún espera alguna opción milagrosa para llegar a Estados Unidos.

    ***

    Elaine Acosta González, directora ejecutiva de CuidO60  Observatorio de Envejecimiento, Cuidados y Derechos, cree que hay muchos motivos para celebrar y honrar a las madres cubanas, pero, lamentablemente, hoy no es posible «en las mejores condiciones para agasajarlas». 

    La socióloga e investigadora asociada al Cuban Research Institute, de la Universidad Internacional de Florida, considera que este segundo domingo de mayo, una fecha que está pautada socialmente como una celebración para las madres cubanas, ha sido también, probablemente, «una fecha de dolor, de tristeza, de recordación; particularmente, por todo el impacto que ha tenido la crisis migratoria de los últimos cinco años, en los que más de un millón de personas cubanas han salido de la isla y, en consecuencia, las familias se han separado».

    Acosta González subraya en diálogo con El Estornudo que, como parte de sus investigaciones, ha conocido los testimonios de madres cubanas que sienten una mezcla de dolor y esperanza cuando han visto partir a sus hijos, en su mayoría jóvenes, «porque ellos puedan labrarse un futuro mejor que el que se les está permitido en Cuba», y, en lo inmediato, porque huyen de las múltiples carencias materiales que esas sus madres siguen padeciendo en la isla.

    La investigadora señala que la separación de las familias es también un dolor compartido entre ambas orillas, puesto que hay igualmente mujeres cubanas que han dejado atrás a sus hijos y a sus propias madres y abuelas tras irse de la isla. 

    «Este es un dolor de la comunidad cubana transnacional, que se vive con una mezcla de sentimientos encontrados, tanto para las que se quedan como las que se van. Además, en este minuto hay muchas madres cubanas, sobre todo en Estados Unidos, que están experimentando sentimientos de agobio, de incertidumbre, de desesperación, por las medidas y políticas migratorias que está ejerciendo la actual administración de la Casa Blanca», destaca la experta. «Hemos visto a madres deportadas, separadas de sus hijos pequeños. Hemos visto otras que han sido temporalmente detenidas. Y todo eso, obviamente, también ocasiona sentimientos de incertidumbre en esta fecha».

    Por otro lado, hay que recordar especialmente a las mujeres mayores, las abuelas, quienes no solo han visto partir a sus hijos, sino también a sus nietos. «Muchas de ellas han quedado solas o con muy escasas redes familiares en la isla. Son ellas las que viven, también, la peor parte de la crisis económica, estructural y sistémica por la que está atravesando la sociedad cubana», explica Acosta González, quien apunta un ejemplo que ha conmocionado a parte de la sociedad civil cubana. «Quiero recordar el caso de la recientemente fallecida Zoila Esther Chávez Pérez, madre del preso político José Gabriel Barrenechea. Especialmente quiero recordarla para que su reclamo de justicia, de libertad para su hijo sea hoy el de muchas voces». Y, en ese sentido, cree que este «no [ha sido] un domingo cualquiera de celebración, por más que queramos retribuirles a las mujeres madres por todo lo que han hecho».

    La estudiosa de diversos aspectos de la vida cotidiana en la isla considera la de este domingo una «difícil celebración»; resulta evidente que organizar cualquier comida familiar, cualquier salida habrá resultado muy costosa para la economía de los hogares cubanos. Las madres cubanas, dice, tienen que «ingeniárselas» durante todo el año para sostener el día a día de la familia, y en particular está siendo «cada vez más precaria» la subsistencia para que aquellas mujeres que tienen a su cargo «personas en situación de dependencia, ya sean hijos pequeños, adultos mayores o enfermos».

    ***

    «No sé qué hacer para celebrar este Día de las Madres. Los apagones no dan tregua. Aquí solo tenemos electricidad una hora y media al día. No da tiempo a nada. Esto nos tiene mal», cuenta vía WhatsApp a El Estornudo Lidia Pérez Hernández, una madre y abuela cubana de 76 años, residente en la ciudad de Cabaiguán, provincia de Sancti Spíritus.

    Este domingo no hubo mucho para celebrar. En el escaso tiempo que tuvo servicio eléctrico hizo a la vez el almuerzo y la comida, y además lavó alguna ropa. «Ni reunirnos pudimos. Entre los que se han ido y los que están como yo, aprovechando la poca luz para hacer todo, son pocas las ganas de festejar que quedan. Cuando mis hijos eran pequeños, y esto estaba mejor, sí hacíamos tremenda comida, nos reuníamos para intercambiar regalos… La pasábamos muy bien, pero ahora, entre apagones, precios por las nubes y la familia perdida por este mundo, qué vamos a celebrar», dice, mientras espera una llamada de su hija, residente en España desde hace más de diez años. 

    También para Rosa Puentes, residente en la capital cubana, este domingo no resultó para nada festivo. Su hija preadolescente emigró a Estados Unidos, junto con su padre, hace ocho meses, y ella se ha quedado en La Habana rogando a todos los santos por una pronta reunificación familiar. «Cada día veo más difícil que pueda estar pronto con mi hijita de 11 años y mi esposo», dice también vía WhatsApp, luego de que el presidente Donald Trump eliminara de un plumazo el programa del parole humanitario, implementado por la administración Biden.

    Puentes tiene 37 años y en Cuba ha tenido que asumir, además, el cuidado de sus padres ancianos tras la salida hacia Uruguay de su único hermano. «Aquí hay mucha gente sola y por ahora yo cuido de mis viejitos, pero no sé qué pasará con ellos si me tengo que ir con mi hija», dice, preocupada. 

    Poco antes ha hablado durante algunos minutos con su pequeña, residente ahora en Tampa, Florida. «Me consuela que allá va a tener un mejor futuro. Su papá la cuida mucho, pero yo la extraño todos los días de mi vida desde que se fue. Ella aún me necesita».  

    ***

    El director de estrategias del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), Yaxis Cires, opina que para entender las circunstancias de muchas madres en Cuba habría que tener en cuenta, entre otros factores, la crisis de la institución familiar y la pobreza creciente en la isla, que, según estimaciones de esa organización, alcanza a un 89 por ciento de las familias cubanas. 

    «Eso ha hecho que las madres o abuelas cubanas en muchos hogares sean las que lleven sobre sus hombros el peso de conseguir comida o la ropa más o menos decorosa. También son las que se dedican a cuidar a los ancianos y enfermos. Sabemos de muchas madres que hasta dejan de comer para garantizarle la comida a los que están bajo su cuidado», expone Cires, consultado por El Estornudo, y añade: «Tampoco podemos olvidar el papel de las mujeres activistas que tienen hijos, el de las madres presas políticas ni el de las progenitoras de los cientos de pres@s polític@s que permanecen en las cárceles por manifestarse contra el régimen, quienes también cargan con la cruz de la injusticia y de la represión».

    ***

    «El Día de las Madres es una fecha en la que todas debiéramos estar felices, al lado de nuestros hijos, pero ahora solo estoy llena de dolor y tristeza porque desde hace cuatro años no puedo celebrar», asegura Meibel Gelin García, madre del preso político José Alejandro Rodríguez Gelin, uno de los tantos detenidos y condenados por manifestarse pacíficamente el 11 de julio de 2021.

    Gelin García enfatiza que este domingo es realmente un día para seguir exigiendo la libertad de su hijo, condenado a cinco años de cárcel en la prisión de máxima seguridad de Agüica, en Matanzas, y la de todos los presos políticos en Cuba. «Tengo otra hija, pero es imposible que yo celebre después de la injusticia tan grande que cometió este gobierno asesino contra mi hijo», dice a El Estornudo. «Me duele mucho que no pueda escuchar ni su voz este día. Mi vida está incompleta sin su presencia. Deseo que este domingo todas las madres de presos políticos puedan pasar un día tranquilo, lleno de paz y fe, porque realmente no hay nada que celebrar, mientras no haya justicia y libertad para nuestros hijos».

    Yenisei Taboada Ortiz, madre del preso político Duannis León Taboada, asume que su vida quedó en pausa desde que su hijo fue encarcelado y condenado a 14 años de privación de libertad por manifestarse el 11J. 

    «No recuerdo nada de mi vida antes de esa fecha», responde a esta reportera. «Desde que mi hijo fue encarcelado, el Día de las Madres no ha vuelto a ser lo mismo. No lo puedo describir bien con palabras, porque yo soy madre de cuatro hijos: tres niñas y mi hijo varón, que es mi primogénito. Tengo sentimientos encontrados por sentir que como madre no doy el ciento por ciento a mis niñas, pero es que estoy incompleta. Realmente quiero que este día solo sea de una hora. La jornada no ha empezado y ya quiero que se acabe porque me resulta la más larga del año».

    Este segundo domingo de mayo, su testimonio es más bien una herida abierta: «Lo que me mantiene viva es mi fe y que no olvido que soy muy buena madre. Siempre voy a defender a mis hijos, con dientes y uñas, cada vez que estén en peligro, pero este día lo que hace es martillarme, recalcarme que me falta mi hijo y que no he logrado sacarlo de ese lugar tan grotesco donde me lo encerraron», dice Yenisei Taboada, y se aún se pregunta antes de responderse una vez más a sí misma: «¿Cómo se puede sentir una madre cuando su hijo está en peligro y no lo puede salvar? Es una frustración, es un dolor. Son demasiados sentimientos. Entonces para mí este día está en pausa desde mayo de 2021 y solo volverá a ser el Día de las Madres cuando él esté en libertad y tenga a mis cuatro hijos unidos nuevamente».


    [1] La identidad de esta entrevistada ha sido protegida bajo seudónimo a petición suya puesto que se encuentra en tránsito irregular y en medio de trámites migratorios.

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    Katia Monteagudo
    Katia Monteagudo
    Nació en el centro de Cuba, pero es ya chilanga por adopción. Pertenece a la generación del linotipo, a la mismísima era del plomo, pero sigue en el oficio por puro deseo casi 40 años después de haberse licenciado en la Universidad de La Habana.

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