«No hay vuelta atrás» para Rosa María Payá, cubana elegida en la CIDH con el apoyo de Estados Unidos

    Hay un video de Rosa María Payá Acevedo bailando con Luis Manuel Otero Alcántara en un bar semivacío. La activista lo publicó en 2022 para sumarse a una iniciativa en la que amigos, conocidos o admiradores de Otero contaban los afectos o circunstancias que los habían cruzado con él. En las imágenes, ambos —la opositora católica y el artista heterodoxo— intentaban acoplar el paso en el bar en penumbras, entre las luces LED RGB, con un viejo auto americano en el mural del fondo. «Tú lo sabes: No hay vuelta atrás después probar la libertad y la libertad es contagiosa», escribió ella.

    En junio de 2025, Luis Manuel Otero, considerado preso de conciencia por Amnistía Internacional, continúa en una cárcel de Cuba. Rosa María Payá, acostumbrada a hablar a favor de la liberación de Cuba ante gobiernos y foros políticos de Occidente, acaba de convertirse en la primera cubana en integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Allí promete «proteger a quienes más lo necesitan, defender la democracia, asegurar una Comisión eficaz y transparente, y acercar el sistema a los más vulnerables».

    Hija del disidente Oswaldo Payá Sardiñas (1952–2012), Rosa María, de 36 años, fue la aspirante más votada en la 55º Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Antigua y Barbuda, el 27 de junio de 2025. Su candidatura fue presentada por Estados Unidos y recibió un apoyo activo del secretario de Estado, Marco Rubio, cubanoamericano que ha hecho de la presión contra el régimen de La Habana un eje central de su gestión en la segunda Administración Trump.

    Según Infobae, Payá enfrentó una «fuerte presión en contra de su nombramiento de Brasil, acompañado por Colombia, México y Chile», gobiernos alineados a la izquierda y más cercanos al Palacio de la Revolución que a la Casa Blanca.

    El subsecretario de Estado norteamericano, Christopher Landau, pidió a los países miembros respaldar a la ativista cubana y criticó con dureza a la OEA por considerarla «incapaz» de solucionar crisis como las de Venezuela y Haití. La posibilidad de una salida de Estados Unidos de la organización quedó sobre la mesa.

    Tras confirmarse la elección de la cubana, el secretario Rubio dijo que «la voz de Payá y su incansable defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos en nuestra región son necesarias ahora más que nunca».

    La CIDH es un órgano autónomo de la OEA, integrado por siete miembros independientes. Tras ser elegidos a título personal por la Asamblea General, cumplirán un mandato de cuatro años, renovables por un único período adicional.

    Cuba no forma parte de la OEA desde 1962, por lo que la CIDH no tiene jurisdicción sobre el país. No obstante, el órgano consultivo se ha mantenido monitoreando la situación de los derechos humanos en la isla y emite informes y comunicados al respecto, así como medidas cautelares en favor de activistas, disidentes y presos políticos en situación de riesgo.

    El Ministerio de Relaciones Exteriores cubano (Minrex) reaccionó acusando a Payá de ser una «connotada mercenaria», electa «por estrecho margen» debido a la influencia de EE. UU.

    Rosa María Payá se ha opuesto a cualquier política de acercamiento o «concesión» al régimen cubano sin condiciones claras de respeto a los derechos humanos. Pide que toda política hacia Cuba esté condicionada a resultados concretos, como la liberación de disidentes presos y la convocatoria a elecciones libres.

    La hija de Oswaldo

    Aunque se graduó de Física en la Universidad de La Habana, con una tesis de Biofísica, la vida de Rosa María Payá estuvo signada por la represión contra su familia por oponerse a la dictadura de Fidel Castro y su hermano Raúl Castro.

    «Nosotros en casa tuvimos la dicha de no vivir la doble moral que experimentan muchísimos cubanos […]. Y tuve la suerte de tener unos padres que nos enseñaban a vivir en coherencia con la manera que pensábamos. Y eso es una suerte muy grande en un país totalitario», dijo en una entrevista.

    Su padre, Oswaldo Payá, es recordado por ser uno de los fundadores del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) e impulsar, con el Proyecto Varela, una iniciativa legislativa que buscaba democratizar el país. El Parlamento Europeo reconoció al disidente con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, por su lucha pacífica a favor de los derechos humanos y la democracia en Cuba.

    El 22 de julio de 2012, Oswaldo Payá murió junto con el joven disidente Harold Cepero, tras estrellarse el automóvil en que viajaban en actividades políticas en la zona oriental de Cuba. Sus familiares denunciaron que los opositores habían sido asesinados como resultado de una persecución de la policía política. Poco después se exiliaron.

    En 2023, tras una investigar a fondo el caso, la CIDH concluyó que hay «indicios serios y suficientes para concluir que agentes estatales participaron en las muertes de Payá y Cepero».

    «Mi padre, quien dio su vida por la libertad, estaba convencido de que los derechos humanos existen más allá de las fronteras de la raza, la cultura o la política. No se otorgan: se protegen. Su ejemplo es mi inspiración para defender a todas las víctimas desde la Comisión Interamericana de Derechos Humanos», afirmó Rosa María Payá.

    La activista tiene un máster en liderazgo global por la Universidad de Columbia. Al momento de ser elegida para la CIDH, posición que debe ocupar el año próximo, se desempeñaba como directora ejecutiva de la Fundación para la Democracia Panamericana.

    Además, es presidenta honoraria de la Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia y fundadora de la plataforma Cuba Decide, iniciativa ciudadana que promueve «un plebiscito vinculante para iniciar la transición hacia la democracia», explican en su web oficial.

    ¿Una adversaria en la CIDH?

    «Creo que tiene mucha significación para Cuba la elección [de Payá] en este momento», dice a El Estornudoel escritor y periodista disidente Boris González Arenas, quien opina que «el castrismo es un régimen colapsado», pero que hace mucho tiempo está en ese estado, sosteniéndose por «la extraordinaria capacidad de ejercer violencia sobre la nación cubana». Entonces, reflexiona González, «que a una persona con tremendo arraigo en el activismo y en la defensa de la democracia en Cuba se la abra un espacio para la promoción de los derechos humanos (…) es verdaderamente sensacional y eso lo demuestra que el régimen ha hecho ya una declaración».

    En efecto, el Gobierno cubano no ha perdido tiempo para bombardear a la opinión pública con su versión de los hechos y de la figura de Rosa María Payá, mediante sus funcionarios diplomáticos y la prensa controlada por el Partido Comunista de Cuba, los únicos medios de amplio alcance permitidos en el país.

    En la nota de protesta, el Minrex difundió que el Panel Independiente para evaluar los candidatos a los órganos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, señaló sobre Payá un «conocimiento limitado de las normas, jurisprudencia o doctrina internacional de los derechos humanos».

    Sin embargo, las autoridades cubanas omitieron que la misma comisión de expertos considera que la activista «cumple en general con los criterios de evaluación», y que «su experiencia con organizaciones de la sociedad civil le brindará un enfoque desde las víctimas que podría contribuir con la labor de la CIDH».

    El Minrex concluyó reiterando su negativa al escrutinio de los expertos de la Comisión, pues «no reconoce, ni reconocerá autoridad moral o legal alguna a la OEA ni a ninguno de sus funcionarios y órganos subsidiarios o autónomos».

    La ONG Cubalex condenó «la violencia política del régimen y su campaña de hostigamiento, que busca no solo desacreditar el activismo de Rosa María Payá, sino también deslegitimar a la CIDH y al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, en un intento de evadir el escrutinio internacional y mantener el control del relato sobre las violaciones sistemáticas de derechos humanos en Cuba».

    Pero las críticas no vienen solo del oficialismo. Algunas figuras veteranas de la disidencia cubana reaccionaron con aspereza a la elección. Antonio G. Rodiles, coordinador de Estado de SATS, afirmó en Facebook que Rosa María Payá es parte de un supuesto «deep state [estado profundo] criollo», y que intentan «darle el estatus que no tiene, sobre todo dentro de los mismos cubanos».

    Guillermo «Coco» Fariñas, galardonado con el Premio Sájarov (2010), coincidió con Rodiles y la acusó de «asfixiar e invisibilizar a todos aquellos anticastristas, que rechazan apoyar a […] Cuba Decide, por considerarla una cohabitación desleal y vergonzosa con la Junta Militar […] en Cuba».

    Por el contrario, otros disidentes dentro de Cuba la apoyan con entusiasmo. Berta soler, presidenta de las Damas de Blanco —organización merecedora del Premio Sájarov (2005)— felicitó a Payá «por ser la voz de los sufridos en la Comisión Interamericana de Derechos humanos, nos sentimos muy bien representadas».

    Desde el exilio, Carolina Barrero, directora ejecutiva de la organización Ciudadanía y Libertad, opinó que «esta es una gran noticia para los países latinoamericanos que sufren dictaduras, y en particular para Cuba».

    Boris González Arenas dijo a El Estornudo que los cubanos «necesitamos en la comisión interamericana voces que, como la de Rosa María signifiquen, denuncien, muestren la magnitud precisa de lo que es el terror del comunismo, el horror que la dictadura ha ejercido sobre Cuba y cómo ha lastimado las democracias en América Latina».

    Yaxys Cires, director de estrategias del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), destaca que, «si bien la CIDH ha mantenido una postura consecuente y enérgica respecto a la grave situación de Cuba —gracias en parte a la contundencia de comisionados como Stuardo Ralón— […], esta elección se llevó a cabo dentro de la OEA, organismo donde regímenes como el cubano y el venezolano, junto con naciones diplomáticamente influyentes pero no siempre “virtuosas” en materia de defensa imparcial de los derechos humanos, como México y Brasil, ejercen una considerable influencia. Por lo tanto, su elección es también una victoria política y diplomática significativa para la sociedad civil».

    Según Cires, quien también es vicepresidente de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), «los desafíos que enfrentan varios países de la región tienen un origen común o están interconectados con los problemas que afectan a los cubanos. Este es un punto que Rosa María Payá comprende profundamente y sobre el cual tiene una clara visión de cómo avanzar», declaró a El Estornudo.

    Desde la otra acera política también divisan un escenario de confrontación y cargan municiones contra la elección de Payá. El diario mexicano La Jornada, cercano al partido Morena y a la «revolución cubana», le dedicó un editorial donde asegura, sin respaldar su acusación, que «pertenece a un grupo criminal que perpetra atentados terroristas en la isla».

    Incluso, el periódico sugiere que «México y los demás países de la región comprometidos con la soberanía y la democracia deben estudiar […] si es pertinente seguir dentro de un organismo [la OEA] que no les aporta nada».

    En opinión de Cires, la CIDH debe evolucionar como institución, «no limitándose a atender las violaciones de derechos humanos de la oposición, sino también abordar las de la población en general, incluyendo a aquellos atropellados o silenciados que no pertenecen a ningún partido político o grupo de la sociedad civil. […] Creo que Rosa María puede ayudar en este proceso de acercamiento de la población cubana a la institución y viceversa».

    El Observatorio Cubano de Derechos Humanos también espera que se pueda impulsar, junto con gobiernos y organizaciones aliadas, los primeros pasos hacia una convención o pacto regional que proscriba la prisión por motivos políticos.

    Un mandato con la democracia debilitada

    Rosa María Payá trabajará en la CIDH en un contexto regional desafiante, y no solo por la triada Cuba-Venezuela-Nicaragua. El autoritarismo en El Salvador se profundiza, mientras las instituciones democráticas se han visto erosionadas, desde su interior y en distintas escalas, en países como México, Perú o incluso Estados Unidos.

    En su declaración tras ser elegida, expresó que América es «un continente donde la democracia se debilita, la represión crece y millones de personas sufren los efectos del colapso del Estado de derecho. La violencia, el crimen organizado, el desplazamiento forzado y la persecución golpean con más fuerza a los más vulnerables: niñas, niños, mujeres y perseguidos políticos».

    No obstante, apartar el foco de Cuba y el gobernante Miguel Díaz-Canel, designado por Raúl Castro para administrar los escombros del castrismo, no está en sus planes: «Las Américas han pagado un precio altísimo por tolerar durante tanto tiempo al régimen cubano. Nos corresponde a nosotros […] detener de una vez por todas a la cabeza del pulpo autoritario y a todos sus tentáculos, que tanto dolor siembran en nuestros países».

    Solo así, Rosa María Payá consideraría cumplida la promesa que le hizo a su amigo, el artista preso Luis Manuel Otero, luego del estallido social del 2021 en Cuba: «Estamos en el umbral de la libertad y te juro Luisma que no vamos a parar hasta cruzarlo».

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