Sandro Castro, el Vampirach

    Muchos se dicen indignados cuando ven un nuevo video de Sandro Castro. Les molesta su desparpajo, sus chistes sin gracia, la increíble cantidad de sinsentidos que puede hilar en el reducido tiempo de un reel de Instagram, pero, sobre todo, su «mala sangre» y la exhibición de los privilegios que esa misma sangre le ha dado. 

    La gente deja en sus posts comentarios nacidos de una rabia visceral: lo insultan; maldicen a su abuelo, el fallecido dictador; se burlan de él y le recuerdan que si el viejo estuviera vivo, el nieto no anduviera haciendo el payaso en las redes. El tirano, dicen, lo pondría en cintura, como puso en cintura a todo un país.

    La gente se despacha con Sandro Castro sin saber que es Sandro Castro quien se despacha con todos. Con la gente, con el gobierno y con su propia sangre. La gente no entiende que Sandro Castro, quizás sin saberlo él mismo, se ha convertido en el campeón cubano de la semiótica. Y que bastaría con dos más como él para que el régimen, ahora sí, de una vez por todas, muera de ridículo.

    ***

    Su abuelo trató siempre de esconder a su familia, como hacen todos los dictadores que se erigen en padres de su nación. Mientras vivió, el patriarca encerró a los suyos en un vigilado complejo de fincas y mansiones, los apartó del ojo público, y no fue hasta el día de su sepelio que muchos supieron que tenía una esposa e hijos y nietos como cualquier viejo común. Cuando salieron a la luz, su esposa, sus hijos y sus nietos, a la vez, parecían tan comunes…

    ***

    Sandro Castro no siempre fue el personaje estrambótico que es hoy, sino el típico «hijo de papá». Encajaba perfectamente en el molde de tipos de su clase: caprichoso, rodeado de lujos, banal, intocable. Se tomaba fotos en poses fabricadas. Era vanidoso, celoso de su aspecto y de la moda, trataba con la farándula musical en lo que era un pacto beneficioso: la farándula le daba cierto glamour y él, a cambio, les ofrecía algo de sus privilegios y un bar (el suyo) para ofrecer conciertos. Porque sí, Sandro Castro, el nieto del dictador severo que durante medio siglo ensalzó la moral estoica y sacrificada del proletariado a la vez que satanizaba y eliminaba la propiedad privada en Cuba, era ahora un joven emprendedor, el hedonista dueño de un bar hedonista. 

    ***

    Saltó a la fama como se espera que lo hagan los que son como él. Ocurrió en 2021, luego de grabarse ostentando un Mercedes Benz. «Nosotros somos sencillos, pero de vez en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa», decía en el video, mientras corría el auto a 140km/h por una carretera vacía. En un país afectado durante treinta años por la carencia de combustible y de transporte público, y donde se prohibió durante décadas la importación de automóviles, aquel video molestó. A muchos les pareció una burla y se sintieron indignados. No es que nadie sospechara que Sandro Castro y sus tíos y primos tuvieran no uno, sino varios coches modernos. Pero que los lucieran así era otra cosa. 

    Sandro Castro / Foto tomada de internet

    La noticia se propagó en redes y no pocos medios internacionales se hicieron eco. Un Castro que no se llamaba Fidel ni Raúl tenía, de pronto, su titular en la prensa internacional. Sin embargo, más mediático que aquel video fue la disculpa pública que ofreció en redes sociales días después. «Pido unas disculpas muy sinceras para todo el que malinterpretó esto o lo pudo ofender», dijo, después de aclarar que el auto no era suyo, sino de un amigo. Por supuesto, nadie le creyó. De lo único que todos estaban convencidos era de que esas no eran sus palabras. A Sandro Castro lo habían reprendido y obligado a emitir aquel discursillo.

    Su segundo gran escándalo sucedió a finales de 2024, cuando anunció que celebraría su 33 cumpleaños en su bar. Sandro prometía una fiesta apoteósica, llena de alcohol y luces y música cuando el país, a cada tanto, quedaba a oscuras por falta de combustible y recursos para reparar su sistema electroenergético y la gente tenía que cocinar con leña en los balcones de sus casas. Nuevamente, muchos se sintieron indignados, pero esta vez él no pidió disculpas, sino que ofreció una explicación. Como «joven emprendedor y revolucionario» que era, tenía derecho a hacer su fiesta como le viniera en gana. Aquella fue toda una declaración de intenciones. Él, y los que son como él, pueden, y punto. Ya no se iba a disculpar, ya no iba a aclarar nada más ni a simular arrepentimientos por el mandato de sus mayores. 

    Sandro Castro no era el mismo, pero algo más cambiaría en él apenas iniciado el nuevo año.

    ***

    De pronto, el nieto del dictador comenzó a ser una parodia de sí mismo y de todo lo que representa, y su lugar fue ocupado por otros como Manuel Anido, el hijastro del presidente Díaz-Canel. Los que se habían indignado con él supieron entonces que podía ser peor, que si bien Sandro tenía sus excentricidades y privilegios, estos no eran nada glamurosos. Sandro Castro hacía lo que cualquier muchacho de su edad en Cuba haría si pudiera: fiestas, manejar un coche a toda velocidad, tomar cerveza y escuchar y hacer reparto. Otros advenedizos, con menos alcurnia que él —el propio Anido o la hija de la presidenta de la empresa estatal de comunicaciones (ETECSA), por ejemplo—, tenían gustos más refinados y caros, como cenar en el barrio madrileño de Salamanca de la mano de la actriz Ana de Armas o ir de paseo a Venecia, París y Londres.

    Ahora eran él, su celular y sus delirios, quizá producto de un cerebro saturado de perico y alcohol o, quién sabe, de su genialidad. El chico pijo que hacía todo lo que suelen hacer los chicos pijos se volvió un absurdo en un país de absurdos, un performático en un país de performatividades, donde el presidente puede hablarle a sus ministros de la importancia de la limonada, y uno de los influencers de moda llevar una vulva tatuada en la frente, y un youtuber de chismes de farándula presentarse a alcalde de Miami-Dade y miles de personas, después de seis décadas de dictadura, lanzarse a las calles luego de que varios reguetoneros y una actriz porno libanesa publicaran unos cuantos tuits contra el gobierno cubano. 

    ***

    Ahora Sandro Castro se hace llamar a sí mismo el Vampirach. Es su personaje, su alter ego: una suerte de vampiro adicto a la cerveza (marca Cristal, de producción nacional, que él llama «cristach») y al sexo, que solo sabe soltar frases absurdas. Desde entonces, lo hemos visto peleando contra un oso gigante de peluche, mandando felicitaciones por el Día de los padres y por San Valentín, enviando mensajes de paz y amor envuelto en una sábana blanca y con un crucifijo gigante al cuello, celebrar la victoria en la UEFA Nations League de Cristiano Ronaldo (algo predecible por ser el portugués el epítome de la vanidad y el culto a sí mismo en el mundo del deporte) y criticar, armado con una bandera cubana y otra de México, las políticas antinmigrantes de Trump con un edificio en ruinas de fondo. 

    Sandro Castro / Captura de pantalla

    Su personaje del vampiro no podía ser más acertado, porque la sangre es un concepto fuerte en él. A su sangre debe su Mercedes, su bar, sus lujos y la posibilidad de hacer y decir lo que quiera sin consecuencias. Vampírico es también todo lo que representa, la herencia política de su abuelo: una casta de incapaces que vive de sustraer lo que le queda a ese país anémico de gente anémica que es Cuba.

    ***

    En abril de 2025, cuando el gobierno convocó a la marcha del 1 de mayo, se viralizó en internet la respuesta de muchos cubanos: «¡Que vaya Sandro!». Y Sandro fue y se grabó junto a un grupo de mujeres que de ninguna manera pertenecen a su universo de cervezas, DJs, Mercedes Benz y farándula. Las mujeres, a coro y entre risas, gritaron la frase icónica de su alter ego: «¡El Vampirach con la cristach!».

    En lo que se suponía un acto de reafirmación revolucionaria y apoyo al régimen, Sandro Castro se reafirmó a sí mismo.

    ***

    Sin duda, el gran mérito del Vampirach ha sido resignificar los despojos discursivos del régimen a golpe de bufonadas delirantes. Sus videos, con todo y el absurdo, son lo más sincero y genuino que ha salido alguna vez de la gente de su clase en Cuba.

    «Somos igualdad», dice ebrio, vestido de pirata y encima de un bote, en otro de sus sketches. Montado a caballo, con un casco de centurión romano en la cabeza, y luego de lamentarse en broma de una supuesta deformidad en sus testículos, suelta una frase clásica del discurso triunfalista del gobierno: «Juntos, unidos, venceremos cualquier obstáculo». Pero va más allá… Durante los días que duró un parón estudiantil inédito en la historia del castrismo, motivado por la subida de los precios del internet por ETECSA, apareció en otro video diciendo: «Voy a emborrachar a mi amiga ETECSA con cristach a ver si se vuelve loca y empieza a regalar datos, ya que pienso que no está tomando la bebida correcta». Hace apenas una semana se grabó dentro de un tinaco de agua con una bandera de Estados Unidos de fondo, y luego en medio de un apagón, donde, antes de hacer un mal chiste sobre sexo oral, bromeó con el slogan del poscastrismo: «¿Qué le dice un apagón a otro apagón?… Somos continuidad».

    ***

    El Vampirach ya comienza a levantar ronchas en la cúpula del poder en Cuba, mucho más alejada y desentendida de su pueblo de lo que está el extravagante nieto del dictador. Quizás eso es lo que le molesta.

    Hace solo unos días, Ernesto Limia, un vocero del régimen, vicepresidente primero de la Asociación de Escritores de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), escribió un soporífero y gigantesco post en Facebook contra Sandro Castro, donde afirmó que los enemigos de la Revolución «inducen sus estupideces» y hasta se atrevió a mencionar la posibilidad de un Sandro Castro preso, convertido en héroe de la oposición. Sin embargo, lo extraño no fue el texto de Limia, que apenas llega a burócrata de segunda con ínfulas de intelectual, sino el hecho de que lo compartiera Gerardo Hernández Nordelo, el exespía cubano y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), una figura que, aunque no pertenece a lo más alto de la cúpula del poder, se supone con cierto prestigio y capital simbólico en la Cuba poscastrista. Para Nordelo y Limia, y de seguro para otros gerifaltes del régimen, Sandro Castro no es otra cosa que un chiquillo caprichoso, un loco o, más directamente, un «imbécil». Ellos tampoco han entendido nada.

    Newsletter

    Recibe en tu correo nuestro boletín quincenal.

    Te puede interesar

    «Ya acepté que probablemente vaya a morir»

    Hace unos días, a Yednay Pupo García le pidieron...

    Oscar Casanella y los riesgos del disidente

    El pasado 24 de junio, el activista y científico cubano Oscar Casanella acudió a su audiencia final de asilo político en la Corte de Inmigración de Miami, y luego de varias horas de sesión, desde la mañana hasta la tarde, el juzgado no emitió ningún veredicto. Según trascendió a través de sus abogadas, Kenia García y Eliany Aquiles, la jueza emitirá por escrito la decisión final el próximo 11 de julio, luego de recibir un sumario o resumen del caso por parte de la defensa.

    Trump’s flashback: retoma en su segundo mandato la vía de las...

    El gobierno de Estados Unidos actualizó esta semana el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional NSPM-5, lo que reafirma la política de la Administración Trump en el endurecimiento del sistema de sanciones para «fomentar una Cuba libre y democrática».

    Apoya nuestro trabajo

    El Estornudo es una revista digital independiente realizada desde Cuba y desde fuera de Cuba. Y es, además, una asociación civil no lucrativa cuyo fin es narrar y pensar —desde los más altos estándares profesionales y una completa independencia intelectual— la realidad de la isla y el hemisferio. Nuestro staff está empeñado en entregar cada día las mejores piezas textuales, fotográficas y audiovisuales, y en establecer un diálogo amplio y complejo con el acontecer. El acceso a todos nuestros contenidos es abierto y gratuito. Agradecemos cualquier forma de apoyo desinteresado a nuestro crecimiento presente y futuro.
    Puedes contribuir a la revista aquí.
    Si tienes críticas y/o sugerencias, escríbenos al correo: [email protected]

    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.

    Artículos relacionados

    Las disputas por el relato del reparto, de la calle al negocio

    Tras años de operar al margen, el reparto ha...

    «Ya acepté que probablemente vaya a morir»

    Hace unos días, a Yednay Pupo García le pidieron...

    Y sin embargo, se oponen… Nuevas fisuras en el Castroverso

    La «revolución de los gigabytes» que muchos esperaban que...

    El reparto: la banda sonora del éxodo cubano

    De donde yo salíSalen muy pocos chamacosDonde nacíNo había...

    2 COMENTARIOS

    1. “El Vampirach ya comienza a levantar ronchas en la cúpula del poder en Cuba, mucho más alejada y desentendida de su pueblo de lo que está el extravagante nieto del dictador. Quizás eso es lo que le molesta”.

      Darío: Vas muy bien por ahí.

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí