Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.
Más allá de los cerca de 260 cubanos varados en Puerto Príncipe, el régimen de La Habana se arriesga, con el mantenimiento de sus misiones médicas en Haití, a que surjan otras situaciones de peligro para sus ciudadanos. Esto, cuando todavía no se ha desmentido el rumor sobre la muerte de dos médicos cubanos, Assel Herrera y Landy Rodríguez, quienes estaban de «misión» en Kenia y, desde 2019, permanecen secuestrados por el grupo islamista Al-Shabaab.
Las reglas de este juego, tan explotadas en la ciencia ficción especulativa mediante el llamado «efecto mariposa» y las teorías sobre el multiverso, indican que cualquier acción en cualquier lugar tiene el potencial de cambiar el curso de la historia. Por tanto, dejo las más obvias a los lectores, convencido de que al menos una les ha pasado alguna vez por la mente, y comparto acá otras tres no tan comunes.
Duermo con pesadillas y la comida se me atraganta pensando en Maryam, en los tanques aproximándose a su casa, en esos niños que tiemblan bajo las frías luces de los hospitales. Algunos miran con ojos aterrados y fijos, como si aún estuvieran bajo el bombardeo. Una niña tendida en la camilla le pregunta a su tío mientras le curan unos rasguños en la cara: «¿Esto es real o estoy soñando?»
Una de las obsesiones del presidente Trump es ser reconocido como un pacificador, es decir, un negociador capaz como nadie de mediar en conflictos a nivel global y de traer una nueva Pax Americana. No es un secreto su obsesión por ganar el premio Nobel de la Paz; especialmente porque cree que le fue entregado a Obama sin merecerlo.